lunes, 2 de noviembre de 2009

Holocausto

La mirada raída de vejez infantil,
el cristal divisorio de realidades.
La nariz putrefacta, desigual en aromas.
La marcha cansina por senderos perpetuos.
Vela de estrellas filosas como espadas
Lagañosas mañanas le hielan su tez,
Crepuscular, la horda lo soslaya a su paso,
Y el pequeño indefenso reclama “su niñez”.


Por Agustín D´Alessandro

Pernoctación matutina

La “Estrella azul” de Peteco, el “Unicornio” de Silvio, mi madrugada.
Gustosa melancolía de tiempo muerto…
Ambición inmortal de los sueños cercanos, que se esfuman cómo tu belleza magnífica, al abrir los ojos.
Transito elevando ideales, siempre ajenos, pues lo propio nunca fue mío.
Cada rayo de sol, y cada gota de luna, conciben mi ser-humano.
Más el alma de Agustín, decide franquear la figura existencial de la persona, y entre hálitos de pensamiento, recuerdos, voces (silencios), música y Malena. Transcurre la felicidad.
Lúdica ama, solitaria, que con baños venturosos (des)tiñe almas mustias. Diosa, inalcanzable y quimérica, pero posible…

Apocalipsis de Agustín

Ya morí, por eso puedo recitarles a ustedes mortales espíritus “La verdad”.
Primero, les detallo que el cielo no es tan celeste, sino que en el horizonte donde yace el arco iris más perfecto, un rojizo matiz de sangre corta perpendicularmente la perspectiva que conduce al hogar de dioses (probablemente eternos).
Si bien hay Arcángeles que con arpas deleitan la estadía por estos andurriales, el bello sonido al cabo de prolongadas (e interminables) horas se vuelve agotador, cómo lo es la armonía de sus miradas, embrujadas.
He oído la cercana voz de algún dios, que me acarició con palabras en despertares monótonos, pero nunca lo he tenido frente a mí. Al menos corporalmente (aún me cuesta desterrar ciertos prejuicios).
No puedo apuntar que extrañe mi ingrata vida de pobreza intrauterina, imperecedera.
Por de pronto, me encuentro recostado en una enorme hoja de laurel, sin penurias, pero igualmente sin tareas, ni ambiciones. Observo, lo que creo es la nada, me sumerjo en nubes que perpetuamente rebotan en el fin del escenario, para bajar una vez más a la tierra a convertirse en otras.
Y no soy feliz, nunca lo he sido. Tengo todo, pero no a todos, igual que antes. Los muertos lloran a los vivos, que a su vez sollozan por el descanso en la vida ¿eterna? de aquellos.
Concluyo en que ¡la soledad es inmortal!. Pacíficamente me levanto de aquella mullida hojuela y voy marchando en busca de compañeros, con una sonrisa de amistad tangible, los invito a ser camino.



Por Agustín D´Alessandro

Todo lo sólido se desvanece en el aire

No se si estoy pensando, de hecho no se si estoy existiendo, tampoco si existí, si ya me extinguí (en el caso de que haya existido), poniéndome más recóndito en mi sinapsis, no se si existiré (en un futuro). Si tal vez soy la invención de alguna mente maléfica, o celestial. Si me he reencarnado en esto que soy (si es que soy)…
O por ahí ésta, sólo sea una reencarnación espiritual o racional, de alguien que está creándome en su mente, en ese caso, no soy más que la fantasía de un vagabundo, o de un filosofo mediocre, o de un escritor de novelas, que sin saber en qué pensar, me creó en su submundo real/ficcional. Es decir no tengo ninguna certeza de nada. Excelente!! Me digo, o le señalo al que me creó, o le cuento al que fui. Aquí aparece el verdadero sentido metafísico, LA DUDA, de ella surge el pensamiento, y del pensamiento surge la duda. Y de ambas a su extremo, desencadena, la locura…

Guerra fría

Existen tantos dioses cómo pecadores. Y existen tantos diablos, cómo dioses hay.
¿Paradojal coincidencia, pregunta existencial, o realidad ficcional?
Unos venden mundos perfectos, otros temidos castigos.
Y entre la batalla atemporal por el poder, levita el ganado humano.
Imberbe, acéfalo, solidario para amar y (también) para lapidar.
El egoísmo se “mama” del “más allá”, pero se practica en el “más acá”.
Pordioseros aristócratas gentiles, auspician de súper-héroes terrestres, y el público sediento de deseo acepta despojarse.
El bien y el mal ansían con feroces fauces infinitas a los seres caminantes, que programados (¿innatamente?), prefieren cuidar su culo, que alzar la voz.
Eva prepara puré de manzanas, con lo que Adán recibe cómo donación en los barrios. Lucifer, saborea el banquete y Jesús lo imparte cómo panes y peces.
La muchedumbre (por su parte), agradece tamaño gesto y alimenta su cerebro intacto, límpido…

Por Agustín D´Alessandro

Hermandad (de los pueblos)

Madre natura despierta al sol, desde el alba, la noche reposa indiferente en tiempo vivo.
Jornal sale a las calles refulgente, y maquinas humanas transeúntan la tierra, sin siquiera (des) peinarse.
Tu voz, cansada de reclamos, apacigua mi lamento ancestral.
Des-corpóreo vuelo hasta tu aliento, tibio, cómo esta tarde tibia.
Ya sin mis venas, ni mi piel blanca, somos iguales, Gracias Dios!!! Perfectamente iguales!!!
El mundo su vuelve microbio ante nuestra hermandad, y la noche yace inerte…

Apill *

Extremos que recorren la tersura arquitectónica del ente,
diagramando infinitos laberintos inimaginados.
El devenir más próximo se traduce en gemidos de limbo.
El cuerpo, ya unicidad, transmigra hacia el área atemporal.
No con fulgor veloz, sino con movimientos suaves y acompasados.
Su lengua (antes materia inerte), se erige en timonel de sensibilidad.
Más luego, cabalgan por el confín de lo prohibido, levitantes de sed…
Profundos, amantes, húmedos, libidinales,
Deviene la explosión quimérica de placer,
Radiantes, bizarros de tranquilidad, pernoctan…



*(del mapuche deseo…)

Por Agustín D´Alessandro

Desaparecido*

Perfume único, mixturado con largas madrugadas.
El debate constante sobre el mundo sonante,
Días y noches y tardes, existiendo indivisos.
¡Nómades, gambeteando la parca!
Conciertos suburbanos, perfectos, cómo tu bondad perfecta.
La noche se manchó de verde espanto,
Tu pistola crisol de cobardía, arrastra hacia el no ser,
Pero la idea libertaria de capuchas, se cuela.
Cómo el viento, por los poros de tu sed.
Entre el abismo y la quimera te encuentro, para ser sol.
Blanca, otoñal, fresca e intacta.
Mía, sigues siéndolo, me encadeno a tu pescuezo,
Y en esa unidad ánima-corpus ¡la nada, no es nada!

* (a la memoria de todos, especialmente de Carlos Labolita)

Por Agustín D´Alessandro

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