jueves, 29 de julio de 2010

D.N.I. (Dios No Identifica)

10 x 7 cm. de verde militar. Hojas y más hojas, plastificadas.
Números, datos, nombres y direcciones. Cómo si la vida fuera eso. Cómo si la muerte fuera no poseerlo. Indocumentado es sinónimo de “delincuente, de turbio personaje por estos tiempos”. Ignorancia en masa del pueblo que piense así. También existe el que intenta reflexionar por y para sí, llegando muchas veces a la no tan notable conclusión, de que “construcciones sociales son las que guían millones de almas al matadero”. Y que el hecho de no poseer un documento (por la razón que sea), nada tiene que ver con la bondad, dignidad, o maldad de las personas. Tampoco es la herencia genética (sépase).
Situaciones sociales de violencia y exclusión, cultural, económica, y mil etcéteras. Y sino que se justifiquen esas señoras refinadas de “tegobi hitleriano”, cuando ven por TV un protagonista que confiesa tener a su madre y hermanos perdidos por “el Paco”, mientras relata que no tiene un mullido sofá de terciopelo, sino que su living se compone de escalinatas públicas y su dormitorio siempre diferente es algún porche de un edificio ocasional. Atérmicos inviernos hasta donde los huesos aguanten, o la sangre se hiele.
Este es otro tipo de “documento”, el cruel y real. De cartones que sirven cómo motor de mini economías soslayadas, pero también que auspician de frazadas por la noche. No de pasaportes o visas para ingresar a tal o cual país, sino de hambre que es universal.



Por Agustín D´Alessandro

viernes, 23 de julio de 2010

Pienso (alguna vez existiré)

Anoche cerca de las 22 hs, mientras charlaba con mi viejo observaba un documental sobre la Alemania Nazi (así cómo a la pasada nomás), y entre desvíos constantes de mi mente y planteos cómo –no hay una mierda para mirar en la tele, eh- me pregunté sin saberlo hasta hoy, ¿si el infierno tendrá diferentes compartimentos para este tipo de personajes cómo Hitler, Videla, y cuanto asesino en masa exista, haya existido y existirá hasta el “Juicio final”. Inmediatamente me enervo interiormente y otra pregunta emerge de algún hueco del cráneo (ahí me digo satisfecho, -viste que todavía pensás algo-, y la comparación con Bukowsky me da asco y bajo humano). ¿En qué creo realmente? Teniendo en cuenta el prejuicio de mi primer reflexión, algún granito de catolicismo aún ronda al menos en ideas. Intento curiosear en otras religiones pero la ignorancia sobre estas, más que el mínimo conocimiento de vestimentas, probables rituales, y locales comerciales devenidos en templos por mi barrio, cierran una nueva puerta de conocimiento celestial.
M/e/c/á/n/i/c/a/s - r/e/l/i/g/i/o/n/e/s no cuadran en mí por el momento. Entonces me inclino por representar en un teatro ficticio a la madre naturaleza, me dejo llevar siendo protagonista y voy creando ese submundo, me siento un Dios. Yo soy todos, y todos me aman, me percibo siendo viento, sobrevuelo el mar que también soy, los animales, un pájaro que también es yo, me mira y refleja cómo en un laberinto inmortal mi rostro. La incertidumbre me corrompe, miles de mí, aquí, allá, más allí. No me soporto. Quiero descomponerme en mil pedazos cómo un reloj de arena que estalla al cumplir su rol. Y la cárcel de ese tiempo roto me encauza, camino con pasos suaves, acompasados, derecha e izquierda. Puajjj!!! Ese es un paso militar, vomito mi auto-odio. La cabeza se me parte, algún día continuaré (me conformo). -Los métodos de Hitler los usan los medios para controlar-, exclamo, -má si, me voy a ver el noticioso-.

Por Agustín D´Alessandro

sábado, 10 de julio de 2010

Código Humano

Ahí van los pájaros, mientras inerte en mi posición de terrestre quejumbroso, observo la bandada cortando perpendicularmente la línea del horizonte.
“Ahí va la libertad” me digo, si es que existe, aunque pensándolo bien tal vez una furtiva bala los alcance en ese vuelo de búsqueda infinita, y sus almitas se eleven o desciendan, quién sabe.
Ahí va la gente, caminando por cualquier calle, tan diferente pero igual en sus formas, con pasos cansinos, el seño fruncido. Con la amistad de Narciso.
Recorro alguna ciudad, y recorro los comercios del futuro. Una reza “30 % de liquidación en prejuicios hasta agotar stock”, dos cuadras más lejos un eximio edificio expone en su fachada “Envidia al por mayor (distribución por todo el territorio continental)”.
Minutos después en un viejo edificio arroz volando cómo aquellas aves, por millares, libre. La flamante pareja sale del registro civil, nadie repara en su condición sexual, sí en su sonrisa de amor auténtico, perpetuo cómo el vuelo de los pájaros.

Agustín D´Alessandro

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