lunes, 2 de noviembre de 2009

Apocalipsis de Agustín

Ya morí, por eso puedo recitarles a ustedes mortales espíritus “La verdad”.
Primero, les detallo que el cielo no es tan celeste, sino que en el horizonte donde yace el arco iris más perfecto, un rojizo matiz de sangre corta perpendicularmente la perspectiva que conduce al hogar de dioses (probablemente eternos).
Si bien hay Arcángeles que con arpas deleitan la estadía por estos andurriales, el bello sonido al cabo de prolongadas (e interminables) horas se vuelve agotador, cómo lo es la armonía de sus miradas, embrujadas.
He oído la cercana voz de algún dios, que me acarició con palabras en despertares monótonos, pero nunca lo he tenido frente a mí. Al menos corporalmente (aún me cuesta desterrar ciertos prejuicios).
No puedo apuntar que extrañe mi ingrata vida de pobreza intrauterina, imperecedera.
Por de pronto, me encuentro recostado en una enorme hoja de laurel, sin penurias, pero igualmente sin tareas, ni ambiciones. Observo, lo que creo es la nada, me sumerjo en nubes que perpetuamente rebotan en el fin del escenario, para bajar una vez más a la tierra a convertirse en otras.
Y no soy feliz, nunca lo he sido. Tengo todo, pero no a todos, igual que antes. Los muertos lloran a los vivos, que a su vez sollozan por el descanso en la vida ¿eterna? de aquellos.
Concluyo en que ¡la soledad es inmortal!. Pacíficamente me levanto de aquella mullida hojuela y voy marchando en busca de compañeros, con una sonrisa de amistad tangible, los invito a ser camino.



Por Agustín D´Alessandro

1 comentario:

  1. Sin duda tus palabras dicen mas que la realidad misma, me gusto la forma que utilizas para manifestar en palabras cosas que parecieran imposibles de transmitir, sin embargo algo extraordinario se logro sentir cercano y me hiciste presenciar ese futuro destino innato que mencione en mi blog.

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