Extremos que recorren la tersura arquitectónica del ente,
diagramando infinitos laberintos inimaginados.
El devenir más próximo se traduce en gemidos de limbo.
El cuerpo, ya unicidad, transmigra hacia el área atemporal.
No con fulgor veloz, sino con movimientos suaves y acompasados.
Su lengua (antes materia inerte), se erige en timonel de sensibilidad.
Más luego, cabalgan por el confín de lo prohibido, levitantes de sed…
Profundos, amantes, húmedos, libidinales,
Deviene la explosión quimérica de placer,
Radiantes, bizarros de tranquilidad, pernoctan…
*(del mapuche deseo…)
Por Agustín D´Alessandro
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