La mirada raída de vejez infantil,
el cristal divisorio de realidades.
La nariz putrefacta, desigual en aromas.
La marcha cansina por senderos perpetuos.
Vela de estrellas filosas como espadas
Lagañosas mañanas le hielan su tez,
Crepuscular, la horda lo soslaya a su paso,
Y el pequeño indefenso reclama “su niñez”.
Por Agustín D´Alessandro
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