miércoles, 4 de agosto de 2010

Complejo de Edipo

La pregunta inquieta al pequeño mientras deleita sus ojos con muñecos malditos que luchan entre sí en sus infantas manos, la mamá lo interroga sin sospechar si quiera la presión de sus palabras, como si lo que le dirá segundos después, fuera inocencia pura, como la de su hijo -¿qué querés ser cuando seas grande?- El pequeño contesta desganado y sin mirarla, -médico cómo papá-. La sonrisa explota en el rostro de la madre satisfecha y repetida. Como si la respuesta fuera natural, tanto como que el niño deba elegir el mandato paterno. “Mi hijo el doctor”, piensa embadurnada de orgullo artificial.
El tiempo transcurre entre efímeras gotas de agua y soles que adornan el arbolito, llamado esta vez mundo. Aquel niño de siete años, es ya un hombre. En un jardín florido de zona norte, la madre comenta feliz las mentas de su hijo Horacio jr. (Como le gusta llamarlo mientras toma el té con cinco amigas que nunca lo serán).
-Sí, no sabés, mi hijo estuvo en un congreso en Emiratos Árabes y presentó su investigación sobre la “microscópica capacidad de razonar, que se da en las personas cuyos círculos íntimos se reducen a unos pocos miembros aristocráticos, y que la única preocupación que tienen es fiscalizar desde atriles etéreos la “otra humanidad”, a la cual no pertenecen”. Yo no entiendo bien a qué se refiere- confiesa sin respirar ni bien termina su exposición. Pero me contó que había más de quince mil profesionales (tal vez quiso decir personas) de todo el mundo.
Domingo, almuerzo familiar en la casa de los Gómez Rodríguez Pérez de Sánchez. La gran mesa teñida de blanco marfil, copas de cristal que se rozan, sushi, miradas impúdicas entre familiares políticos –tin, tin, tin!!!- se oye el sonido celestial y Horacio Jr, por primera vez en treinta años pide la palabra, los comensales perplejos, atónitos beben grandes sorbos de vino.
-Hoy es un día especial al ser el cumpleaños de mamá, y por eso quiero hacer un anuncio también muy importante- relata. –Todos saben que para mí la familia es algo realmente significativo y vital, tanto en mi carrera profesional (primero), cómo en la faz personal.
Una sombra cenicienta envuelve la mansión, el tic-tac constante, infinito, manifiesta el sonido del silencio humano, la última mirada inquisidora y el tiro que encaja perfecto en la sien del muchacho, momentos después la madre reposa amarrada a los pies de su hijo, para siempre.

Por Agustín D´Alessandro

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