jueves, 29 de julio de 2010

D.N.I. (Dios No Identifica)

10 x 7 cm. de verde militar. Hojas y más hojas, plastificadas.
Números, datos, nombres y direcciones. Cómo si la vida fuera eso. Cómo si la muerte fuera no poseerlo. Indocumentado es sinónimo de “delincuente, de turbio personaje por estos tiempos”. Ignorancia en masa del pueblo que piense así. También existe el que intenta reflexionar por y para sí, llegando muchas veces a la no tan notable conclusión, de que “construcciones sociales son las que guían millones de almas al matadero”. Y que el hecho de no poseer un documento (por la razón que sea), nada tiene que ver con la bondad, dignidad, o maldad de las personas. Tampoco es la herencia genética (sépase).
Situaciones sociales de violencia y exclusión, cultural, económica, y mil etcéteras. Y sino que se justifiquen esas señoras refinadas de “tegobi hitleriano”, cuando ven por TV un protagonista que confiesa tener a su madre y hermanos perdidos por “el Paco”, mientras relata que no tiene un mullido sofá de terciopelo, sino que su living se compone de escalinatas públicas y su dormitorio siempre diferente es algún porche de un edificio ocasional. Atérmicos inviernos hasta donde los huesos aguanten, o la sangre se hiele.
Este es otro tipo de “documento”, el cruel y real. De cartones que sirven cómo motor de mini economías soslayadas, pero también que auspician de frazadas por la noche. No de pasaportes o visas para ingresar a tal o cual país, sino de hambre que es universal.



Por Agustín D´Alessandro

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